
Natchaieving Méndez
Si tuviésemos que hacer un dibujo de la humanidad actual, seguramente la manera más acertada sería crear una red en la que cada punto de enlace es una persona que tiene un celular. Desde antes del período de pandemia por COVID 19, el uso del smartphone ha ganado territorio que, si bien ha facilitado la comunicación a grandes distancias, también ha generado otra serie de desajustes sociales que impactan de manera negativa en los diferentes ámbitos de la cotidianidad.
Una de estas aristas afectadas por el uso de celulares es la educación, área que debido a las clases a distancia generadas por el aislamiento necesario, encontró en los dispositivos la vía para dar continuidad a la enseñanza formal. De allí que la concepción del proceso educativo aceleró su necesario cambio y ocasionó que, en los actuales momentos, pensar en una clase desde enseñanza tradicional divorciada del avance tecnológico es la crónica de un fracaso anunciado. Sin embargo, también los índices de dispersión, bajo rendimiento, autoexclusión, bullyng ha aumentado, por lo que surge la pregunta ¿hasta que punto el uso de celulares o dispositivos electrónicos debe permitirse en el contexto escolar?
La conexión que desconecta
Un estudio de 2023 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), refiere que solo el sonido o la vibración de las notificaciones del celular produce la desconcentración instantánea a un estudiante, quien puede tardar hasta 20 minutos para retomar la atención en la clase que hasta el momento había logrado.
En esta investigación, el impacto negativo en el aprendizaje por la proximidad del smartphone se evidenció en 14 países. Aun más, en este informe se menciona que en Bélgica, España y Reino Unido, la prohibición de llevar teléfonos a las escuelas mejoró el rendimiento de los estudiantes. Sobre esta base, la Unesco determinó que existe una relación negativa entre el uso de la tecnología y los resultados académicos, razón por la que el organismo “recomienda prohibir los celulares smartphones en las aulas para evitar que distraigan a los alumnos e interrumpan el aprendizaje”, reseña el portal World Economic Forum.
Esta medida ha sido implementada por diferentes países, incluso, antes de la pandemia. Por ejemplo, Francia en 2018 hizo un decreto que prohíbe los teléfonos móviles en las escuelas primarias y secundarias, para fomentar un ambiente de concentración apropiado para el aprendizaje. Pese a esta normativa legal y ocurrida la crisis en Europa por el Covid 19, esta norma se flexibilizó, por lo que este año nuevamente el país galo decidió ratificar la decisión tomada hace seis años y además establece que los estudiantes no deben utilizar sus móviles durante los recreos, promoviendo actividades sociales y recreativas que no dependan de la tecnología.
España, Reino Unido y Japón también han adoptado la medida de evitar el uso de celulares en las instituciones educativas. Sus argumentos para tal prohibición están basados en estudios que certifican que a menor uso de los celulares, mayor socialización y mejor rendimiento académico se produce. En las naciones mencionadas solo se permiten usar teléfonos móviles cuando los proyectos pedagógicos lo requieran.
En general, en los países en los que se ha implementado esta prohibición la comunidad y los docentes han manifestado que la acción fomenta un ambiente más saludable, un mejor desarrollo de las habilidades interpersonales y evita un entorno competitivo entre los niños y las niñas. Además, es una manera de combatir el ciberacoso y generar un ambiente de aprendizaje más apropiado para concentrarse.
Diversos artículos en la web hablan sobre la creación en las instituciones educativas de «zonas libres de tecnología» donde los estudiantes pueden interactuar y jugar sin la interferencia de dispositivos electrónicos. El fin de estos espacios es incentivar la interacción social y contribuir con la reducción de los niveles de estrés entre los estudiantes. Países como Australia han implementado estas iniciativas y le han arrojado resultados positivos.
¿Entonces volvemos a la educación tradicional?
La respuesta evidentemente es no. La prohibición de celulares no se trata de retornar a las viejas prácticas obsoletas y poco atractivas de llevar el proceso de enseñanza desde dos pizarrones cargados de información y cuadernos con tareas interminables que producen el desvelo de las y los educandos (esto último es harina de otro costal, pero vale mencionarlo en este artículo). Se trata de un uso con propósito y control de la tecnología.
Algunos críticos sobre el tema advierten que la prohibición de celulares en los centros educativos podría ser vista como una medida drástica que no atiende el verdadero problema de la dependencia tecnológica. Es muy común ver a madres, padres o adultos cuidadores entregar un smartphone a las niñas y los niños para que estos últimos les permita hacer las múltiples ocupaciones que la dinámica social actual exige, especialmente, a las mujeres. No obstante, ¿hasta que punto lo que puede significar una solución representaría el inicio de un proceso de dependencia que generaría otros males?
Otra investigación sobre el tema realizada también en 2023 por el Instituto de Tecnología de Massachusetts destaca que cuando los profesores utilizan celulares en clase, los estudiantes pueden beneficiarse de herramientas de aprendizaje interactivas que enriquecen la experiencia educativa. Es así como existen plataformas educativas como Educaplay, Quizziz, Canvas, Kahoot, LiveWorksheets, entre muchas, que se pueden encontrar de forma gratuita en la web que hacen que las clases sean más atractivas, interesantes, divertidas y adaptadas al pensamiento digital de la generación estudiantil actual.
Desde este enfoque se sugiere no la prohibición del celular, lo cual facilitaría además la comunicación del representante con el educando fuera del horario escolar, especialmente cuando ya se trata de un niño o niña que ha adquirido la independencia de trasladarse solo a su casa. Se trata de regular y educar acerca del uso adecuado de la tecnología para el provecho educativo.
Sin dudas, el debate actual sobre el uso del celular más allá de su prohibición debe girar en cómo integrar los avances tecnológicos sin que esto vulnere el desarrollo social de las y los estudiantes. El reto sería entonces crear estrategias que establezcan un equilibrio entre lo digital y lo físico, así como tener consciencia de la regulación del tiempo en el que niñas, niños y adultos emplean para conectarse a través de los teléfonos móviles. Un cambio de pensamiento que es fundamental para el desarrollo de las nuevas generaciones.