No se necesita ser un psicólogo especializado para percibir que el juego es la principal vía a través de la cual los niños y niñas expresan su percepción del mundo que les rodea. Mediante esta actividad lúdica, los infantes interactúan con su entorno, utilizando herramientas de valores y creencias que han ido adquiriendo para dar sentido a sus experiencias.T

eóricos de la conducta como Lawrence Kohlberg, Jean Piaget, Carol Gilligan, Erickson, entre otros, han resaltado que las primeras etapas de vida, los juicios de valor sobre la realidad son extremadamente maleables. La construcción de patrones valorativos dependerá, en primer lugar, de la información que maneje la familia. Posteriormente, la escuela desempeña un rol crucial al guiar a los niños en la discriminación entre lo que está bien y lo que está mal.

Finalmente, aunque en el último lugar no es menos potente, los medios de comunicación también aportan su influencia, moldeando el rompecabezas cognitivo del ciudadano en formación. Sin embargo, en el cambiante panorama actual, surge una inquietante pregunta: ¿realmente sigue este siendo el modelo de influencia en la creación de valores?

Los valores de la nana digital

Una de los infinitos aportes que tienen los padres, los abuelos y adultos significativos tienen sobre la formación de un ciudadano, son los valores que a través de historias, ejemplo y tiempo de convivencia de calidad transmiten a sus descendientes. Lamentablemente, esta práctica ha mermado y pareciera mantenerse en caída libre.

En Venezuela, al igual que en muchas partes del mundo, las dinámicas sociales han experimentado transformaciones drásticas en los últimos años. La creciente incidencia de embarazos adolescentes ha resultado en madres y padres jóvenes, con etapas del desarrollo social aún incompletas. Además las abuelas y los abuelos, en la actualidad aun en el rango de edad laborable, se encuentran inmersos en sus propias responsabilidades cotidianas.

Este contexto provoca la ausencia de figuras adultas significativas, mientras que un sistema educativo, aún atado a los principios del siglo XX, enfrenta retos sin precedentes. Todo este caldo de cultivo ha llevado a que los dispositivos electrónicos y el internet se conviertan en las principales «niñeras» de las nuevas generaciones.

Niñas, niños y adolescentes están más expuestos por períodos extensos a mensajes y valores que moldean su comportamiento. Formas de vestir y de comportamiento como la nueva ola coreana, maneras de bailes sensuales en retos, irreverencia o razonamientos tontos que forman parte de un nuevo tipo de humor, la diversidad sexual como moda, no contribuyen al desarrollo de la racionalidad, la conformación de una identidad sólida y el análisis del entorno.

Un claro ejemplo es el influencer «MasterSensei», cuyo video, donde se simula un asesinato al presidente de Venezuela, ha alcanzado millones de reproducciones. Este tipo de contenido, aunque se presenta de manera lúdica, plantea preocupaciones serias sobre la formación de valores en una generación que crece rodeada de estos estímulos.

En el vasto universo digital, abundan los artículos que discuten la influencia del internet, especialmente en relación con los videojuegos, sobre la formación de valores y emociones en la infancia. La investigación en el campo de la psicología del desarrollo, como la teoría del aprendizaje social de Albert Bandura, sugiere que los modelos a seguir son fundamentales en la construcción de la personalidad y comportamiento de las niñas y los niños. Si una persona crece con el único objetivo de conseguir la felicidad pasando niveles y para ello siendo disruptivo con los valores sociales ¿qué adulto obtendremos a futuro?

A partir de esta premisa, algunas opiniones se pronuncian a favor de la capacidad de los videojuegos para enseñar habilidades sociales y valores, mientras que otras advierten sobre los peligros de la sobreexposición a estímulos electrónicos, que pueden generar daños a veces irreversibles en el desarrollo cognitivo y emocional de los infantes.

El debate es amplio y los efectos son profundos. A medida que navegamos por esta nueva era, es esencial entender que el entorno digital no solo transforma la manera en que los niños juegan, sino que también reconfigura los elementos que influyen en su desarrollo. La responsabilidad de padres, educadores y responsables de políticas se torna más crucial que nunca, ya que buscamos asegurar que el juego, en todas sus formas, siga siendo una herramienta saludable y enriquecedora para la formación de valores en un mundo cada vez más digitalizado.