
Natchaieving Méndez
Aunque es difícil de precisar, se dice que en el mundo existe un aproximado de 4.000 religiones. No obstante, unas pocas, quizás solo seis acaparan la mayor cantidad de creyentes mundial, entre ellas la católica que tiene cerca mil 389 millones seguidores. Esto representa alrededor del 17,7 % de la población mundial, un número que no es nada desdeñable.
No faltará quien diga que esta cantidad es poca con respecto a la población mundial, sobre todo cuando se revisa la historia y se evidencia el poder que en algún momento llegó a tener esta religión sobre la sociedad global. Sin embargo, sin subestimar los números, la muerte del papa Francisco ocurrida el pasado 21 de abril da muestra de la influencia que esta institución aun tiene en el acontecer mundial.
Y es que a partir de la muerte del sumo pontífice argentino, los medios de comunicación, las redes sociales, en todos los espacios de intercambio comunicativo, tienen los ojos puestos en lo que a partir de este 7 de mayo ocurre en el Vaticano, Roma, justo en la Capilla Sixtina: el cónclave.
Tal es la magnitud que se han organizado quinielas para apostar quién será el nuevo líder de la Iglesia católica, cuándo será la fecha exacta de la fumata blanca y qué orientación política seguirá el nuevo padre romano. Se ha difundido incluso que estas apuestas superan al de eventos deportivos como la Europa League y la Fórmula 1.
Sam Eaton, de la casa de juegos Oddschecker, por ejemplo, destacó la gran cantidad de países interesados en saber las probabilidades. En Polymarket, el mercado de predicciones más grande del mundo, las apuestas han movido más de 17 millones de dólares, mientras que en la plataforma de azar Kalshi, la inversión supera los 6 millones.
No es para menos toda esta expectativa. Además de la connotación religiosa que la elección del nuevo papa católico romano contiene, no es nada sencillo lo que le corresponde a los 133 cardenales debatir que a partir de este 7 de mayo: quién ocupará el cargo que dejó Jorge Mario Bergoglio.
La elección del argentino como pontífice, sin dudas, rompió los viejos esquemas de esta institución que por siglos ha dirigido naciones y ha influido en la construcción y definición de sistemas político, económicos, sociales y culturales en la mayoría de los países del planeta. Era la primera vez que se escogía a un jesuita, tendencia progresista que busca los valores originales del cristianismo y además destruyó el invicto de origen europeo de los papas. Realmente esto no es cualquier cosa.
Frente a este panorama y apartando las quinielas muchas preguntas surgen además por la convulsión y tensión que se vive en el planeta debido a los fenómenos políticos que parecieran llevar a la humanidad a una tercera guerra mundial, desde nuevas versiones, pero manteniendo el peligro de utilizar la manipulación económica y psicológica.
¿Volverá a caer la Iglesia Católica en un liderazgo europeo? ¿Luego de un papa con tendencia progresista, qué visión del mundo tendrá quien sea el nuevo sumo pontífice? ¿Imperará las leyendas racistas no fundamentadas y se desechará el postular a papados elegibles por su color de piel? ¿La diversidad será nuevamente el foco del rechazo católico o encontrará cobijo espiritual en el padre romano electo? Saquen sus favoritos, quien da más…
La narrativa del papa negro
Desde el momento en que se conoció el problema de salud del papa Francisco, diversos nombres de cardenales han salido a la palestra como posibles sustitutos del jesuita argentino. Adicional a los postulados, han resurgido las profecías fatalistas del fin del mundo, la destrucción de lo establecido, la muerte de la humanidad, el papa negro, etc.
Ha sido impresionante observar cómo personas que incluso no profesan la religión católica han opinado con temor, desconcierto y angustia la posibilidad de que se cumplan estas predicciones que provienen, especialmente, de la Edad Media. Esto no es de gratis, han sido siglos de difusión de una narrativa en la que se estigmatiza el valor (color) negro y se ha posicionado la idea de que todo lo relacionado con esto trae desgracia.
El historiador argentino Ezequiel Adamovsky en su ensayo Lo negro y los negros: de la simbología al prejuicio racial, expone este fenómeno y detalla cómo las religiones judeocristianas, especialmente, la católica influyeron en esta visión del mundo.
Hay que partir de la raíz ¿a quién se le adjudican estas profecías del papa negro? Los nombres que saltan son la del astrologo Nostradamus que habló del papa gris y San Malaquías con el fin del mundo tras el pontífice negro. Algunos señalan que estos pronósticos se refieren al Prepósito General de la Compañía de Jesús que se distinguen por su sotana negra, otros lo que tiene que ver con los dogmas e ideales, perso lo que más ha pesado tiene un componente racial..
No voy a hablar de los que dicen las predicciones porque es llover sobre mojado, las redes con videos fabulosos me llevan una ventaja significativa sobre el tema; sin embargo, lo que está detrás de estos vaticinios es lo que llama poderosamente la atención: ¿por qué precisamente un papa negro es señal de catástrofe y fin del mundo?
Volviendo al texto de Adamovsky, según el especialista el simbolismo asociado al color negro está presente en diversas culturas y se le ha vinculado históricamente con lo malo, lo peligroso, en contraste con la valoración positiva del blanco. Esta asociación, dice el mencionado autor, no surgió originalmente como justificación del racismo, sino que tiene raíces más antiguas, relacionadas con el miedo humano a la oscuridad y la falta de visibilidad.
Es así como Adamovsky, citando a Michel Pastoureau, destaca que aunque los significados de los colores son construcciones culturales, el negro es una excepción debido a su universalidad como símbolo de lo temible. Esta simbología tuvo su acentuación en religiones y mitologías como en el cristianismo, en el que el negro representa el mal y la muerte, mientras que el blanco encarna la pureza y lo divino. Si no me cree revise la Biblia en el Antiguo y Nuevo Testamento y lo comprobará.
Pero esta estigmatización de lo negro también se trasladó a los cuerpos humanos, especialmente a las personas de tez oscura y luego permeó en aquella diferente a la blanca. Aunque en la antigüedad grecorromana y en el cristianismo inicial, no existía un prejuicio racial arraigado, con el tiempo, especialmente durante la Edad Media y la era colonial, la piel oscura se asoció con lo demoníaco y lo inferior. Es la época en la que justamente surgen las fulanas predicciones de San Malaquías y Nostradamus.
Es así como en la Europa cristiana esta visión se intensificó, alimentando persecuciones como las de la brujería (siglos XVI–XVII), donde lo negro simbolizaba herejía y pactos con el maligno. Si esto se traslada a que a través del temor se manipulaba las mentes de las poblaciones para su dominio, entonces se encontrará la respuesta de por qué las sociedades que se constituyeron con la influencia de la Iglesia Católica tienen aprehensión a lo negro.
Son siglos de inoculación de una narrativa reforzada con la aparición de nuevas manera comunicativas en donde lo blanco siempre es lo bueno y correcto. Revisemos también las películas de Disney y encontraremos sorpresas en sus primeras producciones..
Más aun, Adamovsky refiere que la trata esclavista reforzó estas ideas, pero el racismo no surgió únicamente de ella: ya existían jerarquías basadas en el color aplicadas a otros grupos como judíos, musulmanes o incluso clases sociales bajas dentro de una misma comunidad. En Argentina, por ejemplo, el término «negro» se ha usado para estigmatizar a las clases populares, independientemente de su origen étnico, mostrando cómo el simbolismo del color opera también en dinámicas de clase.
Todo esto da un panorama de por qué en pleno siglo XXI, cuando “se han superado” las estigmatizaciones raciales, pareciera que los fantasmas ultraconservadores resurgen los temores infundados sobre la elección de un pontífice de origen africano. No es casualidad que de 133 cardenales solo 16 sean de raza negra.
Sin ahondar en la marcada persistencia de una institución en la que la visión eurocentrista predomina. Este discurso racista renace y muestra los temores de una Iglesia cuya mayoría de fieles viven fuera de Europa. El hecho de que hasta hoy todos los papas hayan sido europeos (con la excepción Francisco) alimenta estas narrativas que revelan las tensiones raciales no resueltas en el seno del catolicismo.
Francisco intentó corregir el desbalance. Su consistorio de 2023 incluyó a prelados de lugares periféricos como Juba (Sudán del Sur) y Qaqortoq (Groenlandia). Sin embargo, la resistencia al cambio es palpable. Cuando en 2022 el Sínodo para África propuso incorporar elementos culturales locales en la liturgia, varios cardenales europeos los tildaron de «sincretismo peligroso».
Este eurocentrismo persistente se manifiesta incluso en detalles aparentemente menores: el uso casi exclusivo del latín en documentos oficiales, la preeminencia del arte renacentista en la iconografía vaticana o la centralización de las decisiones financieras en oficinas romanas.
Sin intención de ser Nostramus o Malaquías, todo pronostica que los años próximos serán de vital importancia para dirimir la tensión entre tradición y los nuevos tiempos. Otras religiones han ganado adeptos producto de la exclusión del catolicismo, la estigmatización a realidades que forman parte de la definición de la sociedad y la conservación de pensamientos clasistas que no se acerca a las mayorías.
La Iglesia Católica y su nuevo líder enfrenta el desafío de mantener su identidad sin convertirse en un museo de sí misma. ¿Este cónclave romperá los paradigmas de una institución conservadora y tradicional llena de mitos y exclusiones o se adaptará a las nuevas visiones del mundo para sumar a la fe y no a los intereses de sectores que promueven la exclusividad de clases y racial? Esperemos lo que viene después del humo blanco y el “habemus papa” y quien gana la quiniela.