Natchaieving Méndez

El Niño Jesús es el principal motivo de celebración para los pueblos cuya historia cultural se vincula con la religión cristiana. En honor a él, en muchos países del mundo, se realizan diversas expresiones artísticas que van desde la música, pasan por la danza, hasta llegar a la artesanía. Es así como en Venezuela, por ejemplo, existen expresiones en el que el pequeño infante divino es el eje central que involucra a las comunidades y forman parte de su sistema de creencias, costumbres, pensamientos colectivos e idiosincrasia.

Una estas manifestaciones culturales representativas son los Pastores del Niño Jesús. Desde el primer domingo de diciembre esta expresión se hace presente en algunas localidades venezolanas, para adornar las calles con tiras de vistosos colores en atuendos, instrumentos musicales, sombreros de bailadores y bailadoras que danzan al ritmo del cuatro y la tambora.

En 2017 fue declarada Bien de Interés Cultural de Venezuela, como una forma de enaltecer, reconocer y preservar esta expresión tradicional que comparten los estados Aragua, Carabobo, Trujillo y Miranda. Aunque su fecha central se localiza en el último mes del año, la preparación ocupa los 365 días e integra no solamente a quienes deciden danzar, algunos bajo el pago de promesas, otros por mantener la tradición; además, involucra a quienes se encargan de la imagen del niño, la elaboración de los trajes, los músicos y lo que se organizan la fiesta en las comunidades en las que tiene presencia.

Los personajes que lo integran

Sus personajes tienen un rol específico. Es así como quien mantiene el orden y la formación de los bailadores es El Cachero, un guía que se distingue por los múltiples cachos en su sombrero y además lleva unos cachos en su mano mientras danza. Seguidamente están las Pastorcillas y Pastores, conformados generalmente por hombres, aunque en algunas cofradías se ha incorporado a las mujeres a la danza. Estos se colocan en fila y hacen diversas coreografías al ritmo de la música, le siguen la Vieja y el Viejo, otros de los personajes que bailan al son de los músicos del cuatro, el furro, el tambor y la güira.

Finalmente, se encuentra El Titiriji, un ave nocturna, chistosa que pone el entusiasmo en el baile y se involucra con los espectadores para generar alboroto y risas.

De Mitra a Jesús de Nazareth

Determinar la fecha exacta de la llegada de la manifestación Pastores del Niño Jesús a Venezuela es complicado. Esta tradición ha estado presente en el país durante siglos, lo que ha ocasionado que muchos registros se hayan perdido con el tiempo. Sin embargo, se puede afirmar que, al igual que otras festividades rituales en Venezuela, esta devoción tiene sus raíces en la imposición del cristianismo por los colonizadores europeos a su llegada en 1498.

En España esta tradición es una muestra del fenómeno de intercambio cultural que también ocurrió tierras europeas antes del encuentro con tierras americanas. Investigaciones sobre el tema, remontan a una expresión con características similares a la danza de los pastores durante la época romana, justo al culto al Sol Invictus y a Mitra, el dios persa de la luz.

Las celebraciones vinculadas a estos cultos se realizaban cerca del solsticio de invierno, coincidiendo con la época actual de celebración de la Navidad. Mitra, precursor del cristianismo, era representado naciendo entre pastores, lo que se asocia posteriormente con el nacimiento de Jesús. Esta conexión fue explorada por el escritor español Lope de Vega en su obra «Pastores de Bélen».

Es así como al llegar una de las fechas más importantes para la Iglesia Católica: el nacimiento de Jesús de Nazareth, en las iglesias de España se celebraban festividades con representaciones teatrales en las entradas de los templos. Estas actividades se realizaban principalmente con la participación exclusiva de hombres y eran acompañadas de música y danza para atraer al público.

Durante estas danzas, algunos grupos conocidos como moriscas, se vestían con trajes coloridos y adornos sonoros, formando figuras complejas y marcando el ritmo golpeando palos contra el suelo.

Del viejo continente al Abya Yala

Las costumbres impuestas por los invasores europeos incorporaron elementos de las culturas indígenas y afrodescendientes. Lo que comenzó como una herramienta para difundir el cristianismo se transformó en actos de fe y devoción para numerosas comunidades.

En San Miguel de Boconó, Trujillo, se encuentra la localidad más antigua con registros de la danza de pastores en honor al Niño Jesús. La Romería de Pastores de esta región andina se estableció a mediados del siglo XVII. Según Andrés Justo, capitán mayor de este grupo cultural entrevistado en 2017, «el templo de San Miguel tiene más de 400 años y se construyó para venerar al Niño».

Aunque la danza de estos pastores presenta diferencias con las cinco cofradías de la región central, también comparte similitudes. Todos utilizan trajes coloridos, incorporan flecos en sus máscaras, interpretan aguinaldos y son exclusivamente hombres en la danza. Además, hay personajes que representan al anciano y otro que mantiene el orden.

La siguiente en antigüedad es la cofradía de Pastores de Aguas Calientes (Carabobo), fundada en 1752. A pesar de las similitudes, no se ha encontrado el vínculo que conecte la Romería andina con la de la región central. Lo cierto es que, a partir de esta, se crearon cuatro más en esta zona del centro norte de Venezuela y todas rinden devoción al Niño Jesús.

Es así como Aguas Calientes dio origen a las cofradías de El Limón (Aragua), San Joaquín (Carabobo), Chuao (Aragua) y Los Teques (Miranda). Cada una ha adaptado y enriquecido su manifestación cultural a lo largo de las generaciones.

La celebración de los Pastores del Niño Jesús representa un profundo vínculo entre la fe, la cultura y la identidad de las comunidades venezolanas. A través de sus danzas, trajes coloridos y música vibrante, esta manifestación no solo rinde homenaje al nacimiento del Niño Jesús, también refleja la rica herencia cultural forjada a lo largo de siglos de intercambio y sincretismo.

Desde sus raíces en tradiciones europeas hasta su evolución en el contexto venezolano, los Pastores han logrado conservar su esencia, integrando elementos indígenas y afrodescendientes que enriquecen aún más esta festividad.

Así, cada diciembre, las localidades que participan en esta danza celebran no solo un momento de devoción, sino también una oportunidad de unión y celebración comunitaria, reafirmando su compromiso con la preservación de una tradición que trasciende el tiempo y las fronteras.