Al momento de registrarnos en una nueva plataforma digital lo primero que se nos pide es crear una contraseña que valide nuestra identidad y nos permita iniciar sesión de manera segura. Aunque parece un paso rutinario, en la práctica es la primera barrera de defensa que tenemos frente a los cibercriminales, razón por la cual los especialistas recomiendan que esta clave sea lo más robusta posible.

Sin embargo, todavía es común que muchos usuarios cometan el error de usar la misma contraseña en todos sus servicios digitales, pensando que así evitan olvidarla. Esta práctica, que en apariencia facilita las cosas, en realidad representa uno de los mayores riesgos de seguridad personal en internet. Una sola filtración puede abrir la puerta a todas las demás cuentas.

Lo que a simple vista parece un hábito inofensivo puede costar muy caro: desde el robo de información personal y financiera hasta la pérdida de acceso a correos electrónicos, redes sociales y cuentas bancarias. Por eso, los expertos insisten en que repetir la misma clave equivale a entregar una “llave maestra” a los ciberdelincuentes, quienes aprovechan cada vulnerabilidad para acceder sin permiso a la vida digital de miles de personas.

No todas las páginas en las que un usuario se registra cuentan con medidas de seguridad sólidas. Muchas veces, foros pequeños o tiendas en línea pueden ser blanco fácil de los hackers. Cuando un sitio de este tipo es vulnerado, las credenciales de los usuarios —correo y contraseña— terminan filtradas en la dark web, donde son vendidas o compartidas entre grupos de ciberdelincuentes.

Este escenario es la base de un ataque conocido como credential stuffing (relleno de credenciales). Consiste en tomar esas combinaciones filtradas y probarlas de forma automática en cientos de plataformas distintas: redes sociales, correos electrónicos, servicios de streaming o incluso aplicaciones bancarias. Dado que muchos usuarios reutilizan las mismas claves, las probabilidades de que una de ellas coincida son altas, permitiendo al atacante entrar sin levantar sospechas.

La primera recomendación para reducir riesgos es evitar la reutilización de contraseñas. Lo ideal es que cada cuenta tenga una clave única, larga y robusta, compuesta por letras mayúsculas, minúsculas, números y símbolos. Aunque esto pueda parecer difícil de recordar, existen herramientas que ayudan a hacerlo más simple.

Un recurso clave es el uso de gestores de contraseñas. Estas aplicaciones no solo generan claves complejas, sino que las almacenan de manera segura mediante cifrado, evitando que el usuario tenga que memorizarlas todas. Así, basta recordar una única contraseña maestra para acceder a las demás de manera segura.

A ello se suma el doble factor de autenticación (2FA), implementado por compañías como Google, Meta o Microsoft. Esta función agrega una capa extra de seguridad, ya que no basta con tener la contraseña: el inicio de sesión debe confirmarse con un código enviado por SMS, correo electrónico o aplicación móvil, lo que complica el trabajo de los atacantes incluso si tienen las credenciales filtradas.

Los cibercriminales trabajan a gran escala con bots que prueban miles de combinaciones por minuto, por lo que la prevención es fundamental. Evitar repetir contraseñas, activar el doble factor de autenticación y apoyarse en gestores seguros son hábitos simples que pueden marcar la diferencia entre mantener la información protegida o quedar expuesto a un robo digital.