Natchaieving Méndez

¿Existe la belleza perfecta? ¿Quién se percibe bello realmente se considera perfecto? ¿Lo bello se obtiene y se puede perder? ¿Si es perfecto es eterno o es efímero? Por siglos, preguntas existencialistas como estas han revoloteado las mentes de los mortales una y otra vez, aunque sea por fracciones de segundo. El cuestionamiento de “lo bello” o lo socialmente “bello” ha sido fuente de debates no solo por los artistas visuales, también por filósofos, sociólogos, comunicadores, psicólogos y un sinfín de analistas de la conducta y el pensamiento que han estudiado sobre tema.
El conflicto no es el acuerdo entre lo que para uno es bello o no, tal vez sea un aspecto en el que difícilmente los seres humanos puedan coincidir. Lo peligroso surge cuando se trata de la autopercepción de la belleza, un tema recurrente y que cada vez se posiciona más en la cultura contemporánea, fuertemente influenciada y moldeada por los medios de comunicación y la industria del entretenimiento.
Justamente de este último ámbito surgen dos producciones audiovisuales que, de manera cruda, directa y quizás algo bizarra y grotesca, plantean esta dicotomía entre las luchas internas de lo que se percibe y la necesidad de alcanzar los estándares de belleza impuestos. Por un lado, La Sustancia de Coralie Fargeat y por el otro el capítulo Por fuera de la serie Gabinete de Curiosidades de Guillermo del Toro, ambas presentan hasta dónde puede llegar una mujer en su carrera por encajar en los estándares de lo físicamente aceptado por la sociedad.
“Únicamente podemos amar lo imperfecto”, Bert Hellinger
La búsqueda de la belleza perfecta y todo lo que una persona puede llegar a hacer por alcanzarla, además de ser un tema controversial ha sido fuente de inspiración de historias crudas e impactantes. Reducción de abdomen, aumento de pechos, rinoplastia, bypass gástrico, la lista de cirugías a las que una persona puede someterse para verse bella es larga, así como también las experiencias dolorosas que narran quienes han sometido su cuerpo a estos procedimientos quirúrgicos por agradar lo que ven a través del espejo.
De una manera algo extrema, pero no descabellada, el capítulo Por fuera presenta a una mujer insegura de su apariencia. Pese a poner en riesgo su salud, decide someterse a un tratamiento cosmético para transformarse en una versión idealizada de sí misma y ser aceptada por el entorno. Ignorando su compleja y auténtica belleza, la mujer atraviesa un trayecto de penurias, sufrimiento, que deja de lado a quienes la perciben y aceptan como es, desmorona su identidad y revela las consecuencias psicológicas de su obsesión por la belleza.
llevar a la autodestrucción. Mantener una apariencia tal como la estandariza la publicidad y los medios de comunicación genera una imagen distorsionada de la realidad, lo que conduce a una autopercepción negativa e incluso puede desembocar en problemas de salud mental.
De allí que los psicólogos recomienden que ante cualquier intervención o tratamiento que modifique la imagen de una persona, esta debe hacer terapia cognitivo conductual que la ayude a confrontar, aceptar y modificar sus pensamientos distorsionados sobre la belleza.
La inclemente huella del tiempo
Pero, ¿qué ocurre cuando alguien se ha percibido bello y la inevitabilidad de la edad cambia de pronto lo que ves en el espejo? Esta paradoja es planteada por Fargeat en el personaje de Elizabeth Sparkle (interpretada por Demi Moore), una entrenadora fitness de televisión que sufre el declive de su carrera al llegar a los 50 años. No le importan los méritos conseguidos, tampoco que otros aun la vean bella, la protagonista se somete a un tratamiento experimental que crea una versión más joven y perfecta de ella misma. Un desdoblamiento físico que originalmente la llevaría a la satisfacción inmediata de alcanzar la aceptación externa, pero a un costo elevado tanto físico como psicológico.
En la búsqueda de la perfección, tanto en La Sustancia como en Por Fuera los personajes experimentan la deshumanización y la pérdida de identidad. En ambas producciones las mujeres atraviesan por un proceso de autodestrucción para mantener su nueva apariencia.
La película de Fargeat devela el calvario de muchas mujeres cuando la sociedad las desplaza luego de superar los 40 años y la presión que enfrentan por eternizar la juventud y no aceptar otras formas de belleza que subyace en cada edad. Es así como la mujer se autopercibe como “otro” ente distinto de acuerdo a la edad, cuando en realidad se trata del equilibrio y la admiración de la evolución de la belleza, que no será la imagen estática que la sociedad congela para establecer el parámetro de lo bonito o lo feo.
En las dos narrativas cumplir los estándares de belleza inalcanzables lleva a estos personajes a tomar decisiones extremas y peligrosas. El miedo y la angustia son elementos comunes que se presentan desde la autopercepción y cómo las creencias externas pueden ser utilizadas como herramientas de opresión, a menudo ignorando la complejidad interna del individuo.
Tanto la crítica de Fargeat como de Del Toro nos invita a reflexionar acerca de la redefinición de la belleza desde una óptica más inclusiva y auténtica. Proponen implícitamente la introspección de cómo nos valoramos y qué tanto bien o mal hacemos a nuestro cuerpo por cumplir las convenciones estéticas. Tal vez ambas producciones visualmente puedan tener adversarios y críticas en cuando a los elementos visuales con el que muestran las historias; sin embargo, abren un espacio para desmantelar la corriente de obviar la complejidad humana y la verdadera belleza que va más allá de la apariencia y no es estática, evoluciona y es diferente.
Queda entonces citar y contestar la pregunta que deja el psicólogo Joan Barriga en su libro Vivir en el alma: “La cualidad esencial de lo humano es su propia imperfección (…) ¿Quién sabe si la auténtica perfección es exactamente lo imperfecto que todos somos?”