Natchaieving Méndez

―Hay mucha superchería y hay muchos farsantes (…) Ya no se discute si los espíritus vienen. Cuando un médium le diga a Usted que recibe comunicaciones del más allá invítelo a caminar sobre candela, cuando esté transportado. He visto muchos que se les pasa ‘el trance’ cuando le hacemos esa invitación. Nosotros caminamos sobre candela y no nos pasa nada— dice sonriendo el médium Rubén Darío.

—¿Cuál es el objeto fundamental de esa prueba?― increpa Óscar Yánez.

―Demostrar que gozamos del favor de la Reina y que estamos lo suficientemente desarrollados mentalmente para que no le ocurra absolutamente nada a nuestro cuerpo― respondió el médium.

—¿Podemos verlo a usted caminar sobre candela?

—Quizás mañana en la noche.

(Yánez, 1966, p. 8)

Este relato es uno de los primeros registros que se encuentra del Baile en Candela, manifestación mágico religiosa declarada el pasado 11 de octubre Patrimonio Cultural de la Nación. ¿Por qué una práctica de espiritismo puede ser una muestra de identidad cultural de un país mayoritariamente influenciado por la cultura cristiana? Esta tal vez fue la pregunta de cualquier persona inevitablemente formada desde pensamiento heredado bajo los dogmas europeos. Confieso que yo misma me lo pregunté.

Pues revisando estudios antropológicos y patrimoniales encontré que si tiene que ver y mucho. Esta expresión cultural religiosa es una de las prácticas ancestrales, previas al proceso de invasión europea, que no fue impuesta. Si bien en la actualidad se presenta como una confluencia de creencias, su esencia ha resistido a los procesos de transculturación y aculturación que comenzaron en 1498.

Así que con el permiso y la guía de la reina madre María Lionza, le explico más.

De Quibayo para el mundo

El Baile en Candela ocurre la noche de cada 12 de octubre en Quibayo, montaña de Sorte, estado Yaracuy. Es una celebración ritual en la que participan médiums, a quienes también se les conoce como “materias”, que seden su cuerpo para que los espíritus de otros planos se manifiesten.

Durante el momento de mayor fervor de la ceremonia que se hace en esta montaña declarada Monumento Natural de la Nación en 1960, bajo la tutela o trance de los espíritus, los médiums caminan en brasas ardientes demostrando el resguardo que reciben por parte de la Corte India.

Una práctica que desde los vestigios religiosos del pensamiento eurocéntrico puede parecer una abominación y que durante muchos años la visión monoteísta ha estigmatizado. Este descrédito de las prácticas indígena proviene de aquellos invasores que, con cruz en mano y en nombre de la “Santa Palabra”, colonizaron, dominaron y despojaron las tierras del Abya Yala a sus pueblos ancestrales.

La intención fue clara: arrebatar las tierras a sus habitantes nativos haciéndoles creer que no eran dignos de poseerla. Fracturar su sistema de creencias pues, quien domina el pensamiento hace sumiso al hombre.

Volviendo a la esencia del Baile en Candela, Eloy Marchán, sociólogo que lleva más de 30 años estudiando el culto a María Lionza, destaca que esta celebración es una prueba de la fuerza y la energía que tienen estos creyentes. “Se dedican durante todo un año a prepararse espiritualmente y materialmente también para hacer esa ofrenda a María Lionza, que es pasar sobre las brasas con unas maderas que son ritualizadas con espacio natural, el piso de tierra, también por todos estos hermanos que buscan demostrar, en cierta forma, que esta espiritualidad que llamamos María Lionza, se hace presente para recibir esta ofrenda en los cuerpos”, explicó.

Márchan subraya que esta forma de ofrenda no solo se realiza en Venezuela, existen otras expresiones culturales y religiosas en países como España, India y Grecia, en las que promeseros danzan o caminan sobre el fuego. “No solamente una manifestación aislada del mundo que se celebra en Venezuela, también en otros países se hace y son precisamente paralelos al tema cristiano (…) por ejemplo, está el pasar por las brasas en honor a Constantino y a su madre la Santa Elena que fue la que consiguió la cruz”, refiere.

De la clandestinidad a lo público

De acuerdo con el artículo de la antropóloga Fernández Quintana (2016), esta expresión cultural, mágico religiosa, también era conocida como “embajadas en candela”, alcanza su popularidad en la década siguiente a los 60.

Aun siendo parte de la mitología indígena que distinguía el para la época recién declarado Monumento Natural de la Nación, el culto marialioncero era “objeto de debates públicos” y sufría de una persecución por parte de los organismos de seguridad del Estado.

Es así como esta práctica religiosa pasó prácticamente a la clandestinidad y asumió nuevas características. En este tránsito se integró a la devoción a la reina María Lionza nuevas corporalidades de grandes caciques indígenas que fueron claves en la lucha contra los colonizadores, conformando lo que se conoce como Corte India.

“En ese entonces se produjeron una serie de cambios en el ritual de posesión que (…) pasan de ser prácticas muy discretas ‒en las que la incorporación de una entidad en el médium era casi imperceptible, valga decir, apenas delatado por un ligero cambio en el tono de voz o un breve temblor corporal‒ para convertirse en un ritual que va adquiriendo un mayor dramatismo e intensidad en su ejecución”, explica Fernández Quintana (2016).

Estos bailes que estaban en clandestinidad, fueron organizados de manera colectiva en Quibayo bajo la guía de Rubén Darío Barrios, por lo que cada vez ganaron más adeptos con la difusión de la prensa. Además contribuyó la apertura de la carretera que permite el acceso a Monumento Natural cerro María Lionza.

¿Por qué el 12 de octubre?

El sociólogo Eloy Márchan comenta que la fecha de celebración de esta ritualidad viene dada por Beatriz Veit-Tané. Por su cercanía con los círculos intelectuales y las élites políticas de los 60, las ideas de esta sacerdotisa tuvieron receptividad en los medios masivos de comunicación, por lo que la reivindicación de este culto y su vinculación con la identidad indígena se difundió.

“Para nosotros, el rendirle culto (a María Lionza) no significa otra cosa que aceptar respetuosa y dignamente la tradición de nuestra raza primitiva, de sus costumbres, su credo y sus leyes”, fueron las palabras de Veit-Tané reseñadas en el artículo de Fernández Quintana (2016).

Precisamente, Fernández Quintana explica en su investigación que, durante muchas décadas, el 12 de octubre, fecha que recuerda la llegada de Cristóbal Colón en 1492 al Abya Yala, era mencionada desde la visión eurocéntrica como “Descubrimiento de América”, renombrado luego como “Día de la raza”.

Posteriormente, cuando cambió la denominación cuando se reconoció la irrefutabilidad de que antes de la llegada de los europeos había grandes civilizaciones. Asimismo, nombrar la fecha de esta forma privaba el hecho de que no solo se trató una simple mezcla biológica de humanos, por lo que se acuñó el término de “Encuentro de dos mundos”, clasificación que deja por fuera a otras culturas como la africana, asiática y toda la compleja gama que tanto la europea como la de los pueblos originarios posee.

Es así como a través del culto a María Lionza y el Baile en Candela, específicamente, se asumió esta fecha desde una visión más originaria “orientada a destacar la valentía y el arrojo de los indígenas locales, quienes habrían enfrentado con coraje al implacable invasor español”, refiere en su artículo Fernández Quintana.

Legado indígena

La danza y el fuego son elementos que los pueblos originarios de América han practicado desde su génesis. Es importante destacar que en los primeros registros de las civilizaciones humanas, el fuego aparece como un símbolo sagrado de conexión con lo divino; mientras la danza ha sido una forma de honrar a los dioses.

Es por ello que el Baile en Candela en honor a María Lionza, se ajusta perfectamente con los valores del patrimonio cultural inmaterial establecidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). No solo se trata de una mera expresión o sesión de espiritismo, esta expresión cultural representa un legado cultural vivo, transmitido de generación en generación.

Este culto refleja profundamente la identidad, la historia y la continuidad de la comunidad indígena venezolana, cumpliendo con la relevancia cultural y la transmisión de conocimientos que la Unesco destaca.

Además, uno de los valores que hacen patrimonio cultural a una expresión o práctica social es la participación comunitaria y la diversidad, lo cual se ve perfectamente expresado en el Baile en Candela que se convirtió en una convergencia de elementos indígenas, africanos, europeos y muchas otras. Esta confluencia, no solo enriquecen el patrimonio cultural de Venezuela, también contribuye al diálogo y entendimiento entre diversas culturas identitarias del mundo, uno de los valores más importantes del patrimonio cultural según la Unesco.

Vale mencionar que esta cosmovisión de nuestros pueblos originarios posee una notable capacidad de adaptación y sostenibilidad, pues a lo largo del tiempo ha resistido los procesos agresivos de aculturación dando la continuidad y adaptación a este culto que no es más que la conexión del hombre y la naturaleza tal como el pensamiento indígena ancestralmente lo concibe.

Es así como el Baile en Candela representa una fuente de identidad y orgullo para las generaciones futuras de esta tierra de gracia.“Lo dijo una espiritualidad llamada la Negra Francisca, ella decía que este culto a María Lionza, a nuestra madre reina a la Diosa Aborigen no es solo brujería como lo llaman los detractores del culto, no es solo brujería, es aprendizaje, es evolucionar espiritual y físicamente como persona. Es ayudar al otro extenderle la mano y caminar juntos para seguir adelante como hermanos como país como nación y como seres humanos”, sentencia el sociólogo Eloy Marchán.