
Natchaieving Méndez
Los habitantes del mundo occidental, en su mayoría, contamos las horas para que culmine el primer mes de un ciclo que comenzó hace 29 días, cuando la Tierra completó su órbita alrededor del Sol e inició un nuevo recorrido. Con fuegos artificiales, ropa vistosa y recién comprada y una copiosa cena, nos preparamos para despedir el 2024 y dar la bienvenida al 2025. Sin embargo, en todo el planeta esto no fue igual.
Un escenario similar se vive este 29 de enero en la República Popular China, así como en otros países asiáticos y en diversas latitudes del mundo donde existe una fuerte presencia de esta cultura. El Año Nuevo Chino o Año Nuevo Lunar, también conocido como Fiesta de la Primavera, representa el inicio del ciclo anual que es diferente al que empleamos en este lado del charco, regido por el calendario gregoriano
La bajada de Nian
Cuenta la tradición oral china que hace miles de años habitaba en el planeta un monstruo llamado Nian (Año). Este ser de tamaño gigantesco tenía dientes afilados, garras poderosas; su cuerpo estaba cubierto por escamas duras y brillantes; poseía cuernos largos y afilados y un rugido ensordecedor que aterrorizaba a los aldeanos.
Este abominable monstruo, combinación de elementos que simbolizan el miedo y el peligro, representaba los desastres y fenómenos naturales, que no solo arrasaba con las cosechas, sino que también desaparecía a comunidades enteras.
Al inicio del Año Lunar, momento de transición para los chinos, Nian bajaba de las montañas causando caos y destrucción; devoraba los cultivos y ocasionaba estragos en las aldeas. Por esta razón, este período era considerado como una época vulnerable y propicia para las malas energías. Pero este ser tenía un punto débil: temía al color rojo, los ruidos fuertes y las luces brillantes.
Es por ello que, para ahuyentarlo, un día los aldeanos decoraron sus casas con papel rojo, encendieron faroles e hicieron mucho ruido con fuegos artificiales. Cuando Nian descendió de las montañas y se encontró con todo aquello, huyó despavorido y nunca volvió a atacar, pues aún vaga asustado en espacios recónditos.
En adelante, los aldeanos y sus generaciones siguientes cubren sus viviendas de rojo y festejan con muchas luces y fuegos artificiales, no solo para asegurar un año próspero y con buena cosecha, sino también para conmemorar esa gran victoria y protegerse de que, en algún momento, a Nian se le pase el susto.
Yingyang Li
Yingyang Li o en su traducción “calendario ying y yang” es el sistema empleado por la cultura china para definir su espacio temporal. A diferencia del occidental que se basa en los cambios del Sol, este tiene su fundamento tanto en las fases de la luna como el de la época del año solar.
Se considera el registro cronológico más largo de la historia de la humanidad pues data de 2.637 años a. C. momento en el que comienza el primer ciclo del zodíaco chino. Su lapso completo tiene una duración de 60 años y se compone de cinco ciclos simples de 12 años cada uno. Según el portal digital del Instituto Confucio Santo Tomás, el ciclo 78 se inició en febrero de 1984 y finalizará ese mismo mes de 2044.
En este calendario, los meses comienzan con la luna nueva y tienen una duración de 29 a 30 días, aproximadamente, pues dependen del ciclo lunar. A diferencia del calendario solar que en occidente se conoce, en Yingyang Li cada tres años se agrega un mes bisiesto, esto para asegurar que las estaciones se mantengan en sus posiciones correspondientes.
Este calendario lunar está relacionado con el zodíaco chino. Este último está vinculado a una leyenda que cuenta que el día en el que Buda partió de la Tierra, convocó a todos los animales frente él y solo 12 se acercaron. Como recompensa, nombró a cada año con el nombre de cada uno en el orden en el que llegaron.
Es así como el primero en llegar frente a Buda fue la rata, continuó el buey, el perro, el tigre, la liebre, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo y por último se acercó el cerdo. De allí, que dentro de la cultura china, la vida y la personalidad de los humanos es influenciada por las características del animal que gobierna el año en el que nació y los que transcurrirá durante toda su existencia.
De acuerdo con el Nathional Geografic, existen algunas diferencias entre los países asiáticos que también se rigen por el calendario lunar. En Japón, por ejemplo, en lugar de un cerdo tienen un jabalí; mientras que en Vietnam conciben a un búfalo en vez de un buey y a un gato en sustitución de un conejo.
La tradición
La celebración del Año Nuevo Chino tiene pocas diferencias a las culturas que se rigen por el calendario gregoriano. Se inicia una noche antes y dura 15 días, es decir, hasta la mitad de febrero.
Las familias limpian los hogares para deshacerse de la mala energía acumulada durante el año que culmina. Al legar el Año Nuevo no se puede barrer durante los primeros días para no expulsar la suerte que este nuevo ciclo trajo con su llegada.
Además, decoran sus casas con banderas y carteles rojos, especialmente, en la entrada de la casa, con la frase “buena fortuna para el año nuevo”. Esto, desde sus creencias, además de tener el color de la buena suerte, atraerá la vitalidad de la vida y la felicidad.
Otra tradición que suelen cumplir es la de entregar a los niños y jóvenes sobres rojos con dinero en su interior. Estos presentes, llamados «Hongbao» tienen mensajes de prosperidad y buen augurio con letras doradas.
Durante esta celebración también es común ver los fuegos artificiales, el encendido de petardos para despertar a un gran dragón que atraerá las lluvias de primavera, así como los desfiles con la Danza del gran León o Dragón en frente de las casas para espantar a la mala suerte y a los espíritus negativos.
Sin lugar a dudas, la celebración del Año Nuevo Chino invita a ver otra cara de la moneda en la que los valores universales rigen la vida de los seres vivos. El amor, el respeto, el buen deseo de abundancia, prosperidad, buena salud, son pilares de las expresiones de quienes este 29 de enero comienzan un nuevo ciclo en sus vidas. Un motivo de festejar la grandeza de la interculturalidad y pedir desde otras creencias la consolidación de un mundo que sea más humano para la humanidad.