Natchaieving Méndez

¿Qué pasaría si la historia de Lilo y Stitch no fuera solo un cuento sobre una niña y su “ohana”? ¿Qué ocurriría en realidad si detrás de esa historia para “niños” hay un reflejo distorsionado de cómo Hollywood justificó el colonialismo en Hawái? La live-action de esta película revive, sin quererlo, un debate incómodo: ¿es Stitch el extraterrestre invasor… o lo son los sistemas que separaron a los niños hawaianos de sus familias para “salvarlos” y cambiarles su cultura?

Hawái es uno de los cincuenta estados que conforman los Estados Unidos (EE. UU.) y uno de los pocos, por no decir el único, que mantiene viva y arraigada su cultura originaria; pese a la americanización que comenzó en el siglo XIX con la llegada de misioneros cristianos y comerciantes estadounidenses quienes influyeron en la economía y fueron minando la cultura local. ¿Sería algo así como en Latinoamérica cuando se impulsó el “apoyo” en todos los ámbitos para crear naciones más dependientes?

En 1875, Hawái aún era un reino soberano gobernado por el rey Kalākaua. Ese año, la firma del Tratado de Reciprocidad no solo facilitó la entrada del azúcar hawaiano a EE. UU. sin aranceles (la manipulación arancelaria no es nueva), sino que también consolidó la influencia económica estadounidense en la isla. Esta medida, presentada como un acuerdo comercial, sentó las bases para una mayor presencia extranjera y apoyaron un golpe contra la reina Liliʻuokalani, lo que permitió la anexión de este territorio en 1898.

Desde entonces, tal como pasó en Latinoamérica, la influencia estadounidense ha entrado a esta localidad, tratando de erradicar una identidad milenaria que tiene en los hawaiano una defensa admirable.

Identidad, independencia y controversia cultural

Las olas de las playas de O’ahu narran las historias de los antiguos navegantes a Hawái hace más de un milenio. Como los pueblos ancestrales del mundo, las montañas volcánicas, los valles y los ríos son los confidentes de los secretos de un reino perdido. Este territorio sigue en disputa, no solo en el orden político, también en la lucha por su la dignidad y el respeto a su cultura. Es por ello que el nuevo live action de Disney abre más una herida que jamás ha parado de sangrar.

Tal vez, el hecho de presentar esta historia en formato animado en 2002 fue la causa por la que esta nueva versión, con pocas semanas en cartelera, ha generado más gran controversia. Tal vez es porque además de hacer cambios en aspectos que para los fans eran insustituibles, revuelve sentimientos y años de injusticia que se esconden tras la careta de la modernización y el desarrollo.

Uno de los puntos de debate es la tensión entre la fidelidad cultural y la adaptación. Esto surge también porque la representación de Hawái en el cine y la televisión históricamente se ha moldeado desde la visión externa, lo que ha llevado a estereotipos que no siempre reflejan la complejidad de su historia.

Ahora bien, y sin intención de contarle la historia o hacerle el temido spoiler estimado lector y lectora, la modificación que más ha causado confrontación de opiniones ha sido el concepto de “Ohana” (familia). En la versión original, la historia enfatizaba que la familia no se abandona ni se olvida, mostrando cómo Lilo y Nani luchaban por permanecer juntas a pesar de las dificultades, incluso al precio de la postergación de los sueños de la hermana mayor. Además, se agregaba Stitch, difundiendo el mensaje que el amor familiar prevalece pese a las diferencias.

De acuerdo a las críticas conseguidas en la web, en esta nueva versión, un giro en la trama cambia el panorama. Algunos mencionan que diluye el mensaje de la unidad familiar, otros que reivindica el de la unión pese a las distancias, lo cierto es que el no respeto de este elemento ha causado molestia pues, al final, insólitamente el héroe resulta ser Servicio Infantil, lo cual en la versión original es lo contrario.

Pese al éxito comercial de la película que ha logrado hasta los momentos la recaudación de más de 600 millones de dólares en pocas semanas, tanto este aspecto como la eliminación de elementos cómicos para no caer en el ojo del huracán de la diversidad, ocasionó el rechazo de muchos seguidores de esta historia.

También puede deberse a que, tal como en buena parte naciones latinoamericanas, en Hawái con más fuerza se presentó el fenómeno de reubicación familiar de muchos niños con la excusa de “un mejor futuro”. El fin de trasfondo era “blanquear” la raza, erradicar la cultura originaria, como forma de garantizar la anexión absoluta, es decir, la dominación política, social y cultural de Hawái. Si borras la historia de una civilización, quitarás la barrera que la hace más resistente a la dominación: la defensa de su identidad.

Un estudio de 2022 de la Universidad de Hawái Mānoa destaca que los nativos hawaianos siguen enfrentan en la actualidad los efectos de la colonización, la cual ha dejado profundas marcas en su bienestar. La pérdida de tierras, el derrocamiento de su reino y la erosión cultural han contribuido a disparidades de salud complejas. Este impacto se traduce en un sentimiento colectivo de kaumaha (una tristeza opresiva) que afecta generaciones y se asocia con problemas como depresión, abuso de sustancias y suicidio.

Por otro lado, la transculturización aplicada en la isla por pertenecer a Estados Unidos, ha diluido aspectos medulares de su identidad; asimismo, la imposición del inglés como idioma dominante y la influencia de la cultura de las grandes ciudades han desplazado tradiciones locales. De hecho, a principios de los años 90, el idioma hawaiano estaba en peligro de extinción, pero iniciativas educativas han logrado revitalizarlo.

El turismo, si bien es una gran fuente de ingresos para Hawái, pareciera ser el gran promotor de su transformación cultural. La imagen de la isla como destino paradisíaco ha solapado su historia de resistencia y ha convertido a sus símbolos en productos para su comercialización. A pesar de esto, los hawaianos han impulsado movimientos para recuperar su herencia, promoviendo la enseñanza del idioma y la práctica de costumbres ancestrales.

¿Existe un deseo real de independencia?

Desde la aprobación de la Apology Resolution en 1993, en la que EE. UU. reconoció la ilegalidad de la anexión de Hawái, el debate sobre la independencia de esta isla ha cobrado fuerza. Datos recientes encontrados en trabajos en la web sobre el tema, revelan que una parte significativa de la población hawaiana apoya la autodeterminación.

Los activistas argumentan que la anexión fue una ocupación forzada y que el pueblo hawaiano tiene derecho a recuperar su estatus como nación soberana. Sin embargo, la viabilidad de la independencia sigue siendo un tema de debate, especialmente por la dependencia económica de la isla y su papel estratégico en el Pacífico.

La lucha por la independencia y la preservación cultural de Hawái siguen siendo temas centrales en la isla. Mientras los movimientos soberanistas buscan reconocimiento internacional, la comunidad hawaiana trabaja para fortalecer su identidad en un mundo globalizado. La polémica en torno a Lilo y Stitch es solo un grano de gota en el océano que representa el debate sobre cómo se representa y percibe la historia de Hawái.

La voz del pueblo hawaiano es la única que debe definir su futuro y su resistencia debe mantenerse como un elemento fundamental en la construcción de su identidad.