
Natchaieving Méndez
Cada 8 de marzo, en diversas partes del mundo, las consignas a favor de los derechos de la mujer se reavivan. Desde la movilización de 1909 en Nueva York, las voces femeninas retumban en cada rincón del planeta exigiendo igualdad de género. Pese a los esfuerzos, la discriminación persiste en pleno siglo XXI, en algunos ámbitos de forma explícita y en otros como el fantasma de siglos de desvalorización que ha dejado mella en el colectivo.
Ciertamente la mujer ha ganado espacios en muchos ámbitos y en la actualidad su presencia es más notable. Presidentas, congresistas, científicas, artistas, deportistas, conductoras, es infinita la lista que cada día es ocupada por más mujeres. No obstante, los vestigios de una historia que subestimó la capacidad de esta población y suprimió sus derechos hacen que la balanza se incline, generalmente, del lado masculino.
No hacen falta datos estadísticos para comprobar la afirmación anterior, solo basta con ver en proporción los nombres de hombres y mujeres en libros, artistas, cargos políticos y pare usted de contar. Este artículo no se trata de un manifiesto feminista, de hecho y hay que decirlo, en algunos países la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres ha llegado al abuso y el aprovechamiento por parte de las féminas.
Sin embargo, no se puede tapar el sol con un dedo; tal como existen logros también permanecen males como la cosificación de la mujer, la estigmatización del rol femeninoen la familia y la tendencia a infantilizar la emocionalidad del género. Todo esto hace que el camino de la igualdad aún tiene grandes peñascos.
Es así como en la cotidianidad, la mujer (especialmente la occidental) debe cumplir con los cánones de belleza instaurados por la industria cultural predominante para lograr ser considerada en una sociedad en la que prevalece lo estético sobre las capacidades internas. Pero esto no es todo.
A la par, ser mujer en la actulidad es compartir con abnegación el tiempo de esposa, madre sacrificada, hija cuidadora, hermana y amiga solidaria; además, hacer el mayor esfuerzo por demostrar que profesionalmente se es merecedoras de cargos de envergadura y que en nada tiene que ver «la menstruación» con el desarrollo de sus capacidades .
Testigos de la exclusión
Hace algún tiempo una persona me preguntó si el nombre de un hospital ubicado en Miranda, Venezuela, pertenecía a un hombre o a una mujer. Durante años solo le conocí como Pérez de León, por lo que mi respuesta fue inmediata: «hombre». Luego constaté que en realidad perteneció a una luchadora independentista de nombre Ana Francisca Pérez.
No es justificación, pero no fui la única. Mi ignorancia tiene su génesis en una invisibilización histórica de los aportes de la mujer, especialmente en área científica. Tanto fue así que al casarse la fémina era renombrada con la preposición «de», para llevar en adelante el apellido del marido: el sello de propiedad.
Algunos pudiesen justificar esto con la poca participación y presencia femenina en los campos de la ciencia como la medicina, mas se cae en el error de dejar de lado los siglos de en los que las mujeres no tenían derecho a estudiar, salvo las tareas dedicadas al cuidado del hogar y la familia.
En muchos casos, los logros de las mujeres fueron ocultos de la vida pública y se le adjudicaron a los hombres. Es lo que se conoce como el «Efecto Matilda» el cual invisibiliza los aportes femeninos en las ciencias y otros ámbitos y se les atribuye a sus colegas masculinos.
Este fenómeno social es una secuela de un sistema patriarcal que durante siglos predominó en el mundo y, lamentablemente, hoy se mantiene en ciertos países. Si bien se ha disminuido la discriminación y sesgo de género, la escasa presencia femenina en puestos de autoridad, la ausencia de mujeres en libros de texto y la perpetuación de los estereotipos de género hacen que la igualdad aún sea un desafío por conseguir.
Pese a esta realidad, la lucha de las mujeres sigue su marcha y cada día se abren más las ventanas para mostrar los campos en los que las capacidades, sin distinción de sexo, son las únicas llaves para hacer grandes acciones dentro de la sociedad.
De allí la importancia de resaltar la presencia femenina en instancias importantes, históricamente relacionadas con hombres. Por ejemplo, tres mujeres venezolanas han estado en la NASA: Evelyn Miralles, Nathalie Quintero y Laura Lorenzoni.
En el cammpo de las otras ciencias los nombres de mujeres es larga, mas puedo mencionar algunos como Anamaría Font, experta mundial en teorías sobre la descripción de la estructura fundamental de la materia; Gloria Buendía, experta mundial en en el área de materiales ferrimagnéticos, por mencionar solo tres de una larga lista, han logrado superar el sesgo sexista resalta el rol de la mujer en ámbitos tradicionalmente delimitado para hombres.
A medida que los años y épocas avanzan, la lucha por la igualdad de género se intensifica, por lo que los logros de quienes han superado barreras históricas y sociales serán la base sólida para una dinámica social realmente incluyente. Queda un largo camino por recorrer, pero la gasolina para avanzar será la convicción de que cada paso hacia la justicia y la equidad no solo beneficia a las mujeres, sino a la sociedad en su conjunto, promoviendo un futuro más justo y equitativo.
Es por ello que jamás se redundará en abrir espacios, fijar fechas, crear oportunidades para que las voz femenina se escuche y se valore, asegurando que las futuras generaciones vivan en un mundo en el que la equidad de género no sea la excepción, sino la norma.