
Paleontólogos argentinos excavaron un dinosaurio e hicieron un hallazgo tentador. Entre sus enormes mandíbulas se encontraba el hueso del brazo de un cocodrilo del Cretácico. El descubrimiento ofrece una visión de lo que pudo haber sido la última comida del carnívoro hace unos 70 millones de años.
«El comportamiento fosilizado, si es que realmente se trata de eso, es tan poco frecuente que hay que celebrarlo cuando ocurre», señala Matthew Lamanna, paleontólogo del Museo Carnegie de Historia Natural de Pittsburgh y Explorador de National Geographic.
Además del cráneo del megaraptor, el equipo de Lamanna también desenterró sus brazos, partes de sus piernas, algunas costillas, vértebras y otras piezas petrificadas.
Estiman que el Joaquinraptor medía más de 7 metros de largo y pesaba más de una tonelada. Probablemente atrapaba a sus presas con su hocico alargado y las arrebataba con sus robustos brazos, provistos de unas impresionantes garras largas y curvas. Lamanna y sus colegas describieron la nueva especie 23 de septiembre de 2025 en la revista Nature Communications.
El Joaquinraptor, a pesar de estar representado solo por un esqueleto parcial, se encuentra entre los megaraptores más completos que se han encontrado hasta ahora. Encontrar uno de estos raros dinosaurios con una posible presa aún entre sus mandíbulas es aún más inesperado. Los fósiles que revelan lo que comían los animales prehistóricos son poco comunes. Cuando aparecen, proporcionan pistas importantes sobre la vida y la ecología de las especies extintas.
Según el equipo, los estudios siguen en curso, pero la forma en que quedaron los huesos del dinosaurio sugiere que el cocodrilo era su presa y no un hallazgo fortuito. Pero si se trata solo de una coincidencia, «entonces la madre naturaleza nos está gastando una broma cruel a Lucio, a mí y a nuestros coautores, porque hay varias cosas muy extrañas en esta asociación entre el dinosaurio y el cocodrilo», bromea Lamanna.
Ibiricu añade que no se encontraron otros huesos además del fémur del cocodrilo cerca del Joaquinraptor, lo que aumenta las posibilidades de que el dinosaurio fuera efectivamente enterrado con su última comida.
«Este es un aspecto sensacional del descubrimiento», agrega Novas, «y me imagino que puede constituir una instantánea fotográfica de la interacción ecológica entre dos grupos depredadores diferentes».
El mes pasado, Novas y sus colegas describieron un nuevo cocodrilo del Cretácico tardío llamado Kostensuchus atrox, procedente de capas rocosas que datan aproximadamente de la misma época que el Joaquinraptor, lo que lo convierte quizás en el tipo de cocodrilo que se convirtió en un bocado en la boca de este megaraptor.

