
En una barcaza amarrada al Tíber, a pocos pasos del Vaticano, un grupo de mujeres fue «ordenado» como sacerdotisas y diáconas en una ceremonia clandestina.
Este evento se llevó a cabo en medio de una cumbre sobre el futuro de la Iglesia católica, donde se discuten temas de inclusión y equidad.
Loan Rocher, una de las participantes, destacó que han pasado «2.000 años» bajo un mensaje que considera a las mujeres como «inferiores». La ceremonia, que se celebró en tres idiomas y fue seguida por unos 50 fieles, replicó la liturgia de una misa oficial, aunque es considerada ilegal por la Iglesia.
Bridget Mary Meehan, una de las organizadoras, defendió la necesidad de crear una Iglesia más inclusiva. Las mujeres ordenadas, vestidas de blanco y rojo, prometieron «servir al pueblo de Dios» frente a un altar adornado con flores.
A medida que las asociaciones feministas intensifican sus esfuerzos por la igualdad en la Iglesia, el debate sobre el papel de las mujeres sigue siendo un tema candente dentro del Sínodo en curso.
