
Natchaieving Méndez
El retiro de la oscuridad, así algunas culturas perciben el 21 de diciembre. No es algo nuevo, pues desde tiempos ancestrales las celebraciones que se hacen este día están vinculadas con el inicio del solsticio de invierno.
Desde el mismo nombre que la astronomía le adjudica en su traducción “Sol quieto” se establece la vinculación con el astro rey. A partir de este momento la inclinación de 23,5 grados del eje terrestre, hacen que los rayos solares impacten más en el hemisferio norte y los días comiencen a ser más largos.
Desde tiempos ancestrales, la relación del ser humano con los cambios de astronómicos ha devenido en creencias y costumbres que con el tiempo adquirieron nuevas características. De esta manera, en la actualidad esta fecha es relacionada con la llegada del Espíritu de la Navidad, un momento propicio para pedir deseos, encender velas que iluminen los días por venir, celebrar el comienzo de los días que anuncian el nacimiento del Niños Jesús.
Con la vorágine ocasionada por la globalización de la información a través de los medios de difusión de masas y ahora las redes sociales, indistintamente en el lado del charco terrestre en el que se encuentren, para muchas familias este día es una oportunidad para el reencuentro y la renovación de las esperanzas del ciclo que comienza.
Días más largos y de esperanza
Encontrar el origen de la celebración del 21 de diciembre es disperso, aunque podrían establecerse algunas relaciones. Por ejemplo, los registros en petroglifos que se tienen en los santuarios al aire libre como los Campo Lameiro (Pontevedra) o Segeda (Zaragoza) refieren que la cultura celta daba cierta importancia a este día.
Según el portal Celta Hispana, esta cultura ubicaba el inicio de los días más largos y honraban a Baelisto, dios del sol, que simbolizaba la luz y el fuego, que renacía en el solsticio de invierno.
Algo que no es descabellado, pues si bien los celtas celebraban el Samhain, fin de la cosecha e inicio del invierno cuando la oscuridad se hace más larga, seguramente celebraban el momento en el que el sol renacía, simbolizando la purificación y la victoria de la luz sobre la penumbra.
Los sacerdotes y sabios celtas llamados druidas, recolectaban muérdago de los robles de manera ceremonial y lo usaban en sus rituales para atraer la prosperidad y la buena fortuna en el nuevo ciclo que comenzaba.La cultura anterior se desarrolló desde aproximadamente los años 700 antes de Cristo hasta el 400 después de Cristo (d.C).
Posiblemente, los vestigios de esta se vincularon con las tradiciones germánicas y nórdicas que se consolidaron más tarde, en lo que hoy conocemos como Escandinavia. Aunque geográficamente son distintas, estas civilizaciones compartieron influencias y similitudes debido a sus proximidades y contactos comerciales.
Los escandinavos celebraban Yule el 21 de diciembre, una fiesta de varios días para conmemorar el regreso del dios Sol. Un momento que anunciaba el fin de la oscuridad y la llegada de la luz, y significaba el triunfo de la vida sobre la muerte. Por esta razón, familiares y amigos se reunían alrededor del fuego para celebrar a quienes estaban vivos y honrar a los que partieron.Yule podía durar varias semanas.
Se acostumbraba a colocar “bajo techo un árbol que recordaba el Yggdrasil, el Gran Fresno de cuyas ramas penden los Nueve Mundos, incluyendo el de los hombres”, reseña el portal digital neimhaim.com. Sacrificaban una cabra en honor a Thor (dios del trueno), animal que portaba ofrendas que terminó convirtiéndose en un símbolo de esta fiesta.
“En las tierras de Finlandia esta cabra se encarnó en un anciano que traía regalos llamado Joulupukki (cabra de Yule), más conocido por todos nosotros como Santa Claus o Papá Noel”, refiere el mencionado espacio digital.
No pueden dejar de mencionarse las fiestas Saturnales, celebración romana dedicada al dios Saturno celebrada del 17 al 23 de diciembre.
Originadas en rituales agrícolas, estas fiestas incluían banquetes, regalos y la inversión de roles sociales en lo que los amos servían a los esclavos. La creciente influencia del cristianismo en el siglo IV sustituyó esta costumbre por la Navidad.
Renovación y vida
Pero el solsticio de invierno no es exclusivo de las poblaciones europeas. En el Oriente Medio, específicamente en Irán, existe una antigua celebración de la llegada del solsticio de invierno que data de más de tres mil años: Yaldá. Este festival que recuerda la noche más larga del año y celebra el nacimiento de Mitra, un ángel de la luz.
Durante Yaldá, las familias se reúnen y se mantienen despiertas hasta tarde, disfrutan de alimentos tradicionales como la patilla (sandía) y la granada, frutas que simbolizan la renovación y la vida. Las reuniones incluyen la lectura de poesía y la narración de historias, manteniendo vivas las antiguas tradiciones y fortaleciendo los lazos familiares.
También en el continente asiático el solsticio de invierno es celebrado en la cultura china. El festival Dōngzhì tiene una historia de más de dos mil años y marca el renacimiento del yang (energía positiva). Según la filosofía del yin y yang, el inicio de los días más largos trae consigo más luz y energía positiva.
Los rituales del Dōngzhì incluyen reuniones familiares y comidas especiales, como los tangyuan (bolitas de arroz dulce), que simbolizan la reunión y la armonía familiar.
En el norte de China, también es común comer platos como dumplings para protegerse de los males del invierno. Además, rinden homenaje a los ancestros y expresan gratitud por el año que culmina, mientras se da la bienvenida a la renovación y el crecimiento.
Los rituales para recibir la Navidad
En América la entrada del solsticio de invierno es vinculada con la llegada del Espíritu de la Navidad. No es una relación inocente y casual. Las celebraciones navideñas giran en torno al nacimiento de Jesús de Nazaret y con la propagación del cristianismo, debían sustituirse las llamadas “fiestas paganas” por aquellas que honraran al hijo de Dios.
De acuerdo con el historiador David Gwynn, citado por National Geographic, la Navidad se fija el 25 de diciembre para reemplazar el culto romano en honor al Sol Invictus, fiesta promovida por el emperador Aureliano en el año 274 d.C, para marcar el renacimiento del sol tras el solsticio de invierno.
Para los pueblos cuyas culturas hibridaron como en Latinoamericana, esta fecha se celebra desde la solemnidad de sus pueblos originarios que honraban los cambios astronómicos y las costumbres heredadas de otras culturas.
En la noche del inicio del solsticio de invierno existen rituales que celebran la llegada del Espíritu de la Navidad y que tienen raíces en diversas culturas y prácticas ancestrales para dar la bienvenida al nuevo ciclo. Algunos de ellos son:
- La comida especial y la cena familiar.
- El ritual de deseos, que tiene paralelismos con costumbres de Año Nuevo en varias culturas, se formulan intenciones para el próximo año. No es casualidad que, tal como se explicó anteriormente, la enumeración de estas tenga que ver con el carácter esperanzador que culturas antiguas otorgan al inicio de los días más largos.
- Encender velas, vinculado a los rituales con hogueras celtas y de los pueblos escandinavos.
- El uso de sal marina para eliminar malas energías tiene raíces en prácticas de purificación que se encuentran en diversas tradiciones, desde rituales celtas hasta costumbres de feng shui en la cultura china.
- Comer mandarinas como símbolo de abundancia es una práctica que se observa en varias culturas asiáticas durante sus festividades.
- La limpieza profunda y ventilación del hogar son prácticas que se alinean con rituales de purificación comunes en muchas culturas ancestrales.
La tradición de la llegada del Espíritu de la Navidad el 21 de diciembre es un reflejo de la amalgama de influencias culturales en las celebraciones al fin de un ciclo y el comienzo de uno nuevo.
Llenos de simbolismos de renovación y prosperidad, costumbres, creencias y rituales se han adaptado y han evolucionado para crear una festividad que persigue la misma esencia: festejar el deseo compartido de paz y felicidad para el futuro.
El solsticio de invierno es, desde lo simbólico, un mosaico cultural profundamente arraigado en la humanidad.
Una oportunidad que recuerda la importancia del renacimiento, la esperanza y la conexión con el cosmos y con los seres queridos.